Un punto azul pálido – Pale blue dot

La primera vez que busqué estas palabras de Carl Sagan, me emocioné mientras trataba de pronunciar en un lamentable inglés esas frases dichas desde las tripas, y que al menos a mí me transportaron al espacio. (Os prometo que cayeron unas lagrimillas).

Fue a raíz de ver una película en la que nombraban el libro de este astrónomo y cosmólogo, y quizás fue el momento, o lo desgarradora que me pareció su forma de decir lo que yo llevaba pensando mucho tiempo… Tal vez fue mi facilidad para ponerme sensible; pero agradezco que esa película me diera la oportunidad de conocer tan maravilloso testimonio, por eso necesito compartirlo.
Las cosas que nos llenan están para esto, ¿no?

Por cierto, no os hacéis una idea de cuánta gente se ha hecho un tatuaje ya sea con el famoso “punto azul pálido” o con frases de este fragmento (y yo que pensaba que podría haber sido original):

Desde tan lejos, puede que la Tierra no parezca muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Fíjate de nuevo en ese punto. Eso es “aquí”. Es nuestro hogar. Somos nosotros.

Estrella

Ahí viven o han vivido todos tus seres queridos, todas las personas a las que conoces, todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido jamás. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos. Miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas tan seguras de sí mismas, todos los cazadores y recolectores, todos los héroes y todos los cobardes, todos los creadores y destructores de civilizaciones. Todos los reyes y todos los campesinos, todas las parejas de jóvenes enamorados, todas las madres y padres, todos los niños esperanzados, todos los inventores y exploradores, todos los profesores de ética, todos los políticos corruptos, todas las superestrellas y todos los líderes supremos, todos los santos y todos los pecadores de la historia de nuestra especie vivieron allí. En la mota de polvo. Suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la inmensidad del cosmos. Piensa en los ríos de sangre que han hecho correr todos esos generales y emperadores para que, entre el triunfo y la gloria, pudiesen proclamarse los amos fugaces de una pequeña parte de un punto. Piensa en las incontables crueldades cometidas por los habitantes de un rincón de este punto sobre los habitantes, apenas distinguibles, de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, con cuánto fervor odian. Nuestras poses, nuestra supuesta importancia, el espejismo de que ocupamos una posición privilegiada en el universo, todo eso queda en entredicho ante ese punto de luz pálida.

Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad, en toda esa inmensidad, no hay ningún indicio de que nadie vaya a venir en nuestra ayuda para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. ¿Visitar? Sí. ¿Colonizar? Aún no. Tanto si nos gusta como si no, en este momento la Tierra es donde nos vamos a quedar.

Se dice que la astronomía es una experiencia de humildad, y que forja el carácter. Puede que no haya mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, recalca la responsabilidad que tenemos de tratarnos los unos a los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido, el punto azul pálido.

Por si queréis leer el original en inglés, está lleno de fuerza:

From this distant vantage point, the Earth might not seem of any particular interest. But for us, it’s different. Consider again that dot. That’s here. That’s home. That’s us.

On it everyone you love, everyone you know, everyone you ever heard of, every human being who ever was, lived out their lives. The aggregate of our joy and suffering, thousands of confident religions, ideologies, and economic doctrines, every hunter and forager, every hero and coward, every creator and destroyer of civilization, every king and peasant, every young couple in love, every mother and father, hopeful child, inventor and explorer, every teacher of morals, every corrupt politician, every “superstar,” every “supreme leader,” every saint and sinner in the history of our species lived there – on a mote of dust suspended in a sunbeam.

The Earth is a very small stage in a vast cosmic area. Think of the rivers of blood spilled by all those generals and emperors so that in glory and triumph they could become the momentary masters of a fraction of a dot. Think of the endless cruelties visited by the inhabitants of one corner of this pixel on the scarcely distinguishable inhabitants of some other corner. How frequent their misunderstandings, how eager they are to kill one another, how fervent their hatreds. Our posturings, our imagined self-importance, the delusion that we have some privileged position in the universe, are challenged by this point of pale light. Our planet is a lonely speck in the great enveloping cosmic dark. In our obscurity – in all this vastness – there is no hint that help will come from elsewhere to save us from ourselves.

The Earth is the only world known, so far, to harbor life. There is nowhere else, at least in the near future, to which our species could migrate. Visit, yes. Settle, not yet. Like it or not, for the moment, the Earth is where we make our stand. It has been said that astronomy is a humbling and character-building experience. There is perhaps no better demonstration of the folly of human conceits than this distant image of our tiny world. To me, it underscores our responsibility to deal more kindly with one another and to preserve and cherish the pale blue dot, the only home we’ve ever known.

Astronauta

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