¡Que viva la indecisión!

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La indecisión… qué cosa más horrible. ¡Es tan difícil elegir cuando las elecciones van aumentando de importancia!
Estoy llegando a uno de esos puntos complejos en esta etapa de la vida, y aunque algunas preguntas no necesitan ser respondidas con tanta premura… me están atrapando y desesperando.
No sé qué idioma estudiar, no sé en qué país vivir. No sé qué carrera hacer ni cuándo ni cómo hacerla. No sé… no sé nada.
Pero claro, ¿cómo voy a responder a temas tan decisivos cuando tampoco me he decantado nunca ni por las pequeñas cosas? ¿Galletas o cereales? ¿Frío o calor? ¿Playa o piscina? Unas veces lo uno, otras veces lo otro.
Y es que hay tanta variedad para todas las cosas, ¡y cada una tiene sus pros y contras! Es casi imposible decidir, bueno, me resulta casi imposible decidirme.
Me interesan muchas culturas, el sonido de todos los idiomas. Me gusta la diversidad. Me gustan las historias de amor, las de misterio, los finales felices y sí, también los no tan felices. Me gustan las margaritas y los claveles… y las rosas. Me gusta el pop y el rock, incluso algún rap y la música clásica. Me gusta la ciencia y la historia. Me gustan los números y letras. Bueno… los números no.
Y es que lo único que tengo claro es lo que no me gusta, así descarto muchas cosas, ¿pero y las demás? Qué complicado.
Lo único que puedo pensar es que conforme vaya creciendo algunas dudas se despejarán solas, habrá respuestas que se eliminarán, preguntas que no hará falta responder. Lo único que tengo claro ahora, lo único que he decidido, es que voy a pasar de la indecisión, o al menos, voy a pensar que no es tan mala… porque la indecisión significa que puedo decidir entre muchas cosas que me gustan y eso, es un privilegio.

¡Viva la indecisión!