Si os soy sincera, ya hay un borrador titulado “Los sueños tras las rejas“… Lleva escrito meses y está dormido en mi bandeja de “pendientes”, como muchas otras cosas más.
Ni siquiera puedo achacar el tiempo que ha pasado entre mi vivencia y el día de hoy a que me cueste escribir sobre el tema, pues todo lo que hay en esa entrada fue redactado durante mi estancia en la Cárcel de Picassent. El trabajo ya estaba hecho, las letras colocadas sobre el papel.
Parece muy sencillo pues, mecanografiar y dar un clic en el recuadro azul de "Publicar".
Pero no, no es tan sencillo. Os juro que esas palabras fueron vomitadas cada noche, después de cada día conviviendo con estas personas a las que nos obcecamos por sacar de nuestras vidas. Y ese tipo de palabras son difíciles de leer, no porque sean duras, sino porque carecen de forma, de reflexión o filtro. Y por consiguiente también son difíciles de moldear para sacar algo decente a la luz. Algo que pueda llegar a vuestros tiernos o duros corazoncitos.
Además, si algo tenía claro es que no quería hablaros de mi experiencia como voluntaria allí, no quería hablaros de cómo se preparan las dinámicas o como se forman piñas con los otros seres humanos que van contigo a un rincón escondido del mundo. Eso lo doy por sabido. Es lo que suele suceder cuando la gente se junta por un propósito.
Conclusión: – Ana, deja de mirar la vieja entrada y ponte a hacer lo que debiste hace meses, saca de tu cabeza lo que quieres decir. O mejor, sácalo de tus entrañas, pero esfuérzate por que cobre sentido.
Carrerilla, carrerilla… pero antes del salto retrocedo. Como siempre. Un par de pruebas antes de lanzarme.
Quiero hablar de ellos, pero no puedo dar nombres, quiero hablar de sus historias, pero no puedo dar datos tampoco. Ya asumo que todos saben lo que es eso, un centro penitenciario, en qué consiste y que allí no me encontré a extraterrestres sino a seres humanos, carne, huesos, sueños, igual que tú y yo. Pero por supuesto, yo no habría estado allí de no ser porque nadie sabe lo que es eso, en qué consiste, ni que allí hay personas que podríamos haber sido tú y yo.
Me parece que ya he hablado al mundo de esto, de tanto releer mis palabras en ese triste borrador que se quedará en mi bandeja de “pendientes”. Así que trato de esforzarme por encontrar algo que pueda removerte por dentro como me sucedió a mí.
Definitivamente, te pondría delante a una mujer que habla con tu voz pero no tiene libertad, a otra que canta como si se le desgarrara el alma (y probablemente eso es lo que le sucede). Te plantaría enfrente de esa concertina, solo a unos metros de una pared pintada con motivos infantiles, te diría que vieras a mujeres con sus bebés en brazos. Y a madres cuyo único consuelo es encontrarse a sus hijos fuera algún día. Sonrisas tiernas, o miradas desconfiadas. Metadona y tabaco de liar. Mil lenguas diferentes. Exclusión dentro de la exclusión. Amistad. Conveniencia. Miedo. Esperanza. Fe.
Creo que moverte sería más efectivo que hablarte, que hacerte leer… pero no puedo llevarte ante esas guitarras melancólicas, esas frases de amor, mentes infantilizadas, ruegos, peticiones y miradas perdidas, como perdida su forma de comunicarse con el mundo. Perdida la oportunidad de reintegrarse, porque en su momento no pudieron mantener a la familia con otra cosa más que la venta de drogas o engancharse a la toma de la luz.
Dejaría que oyeras historias medio falsas, medio verdades. Que asintieras y te sintieras pequeño con tus desgracias, que por supuesto serán válidas.
Sé que sigo sin decir nada, tal vez porque me cuesta ser concisa cuando hay tantas cosas en esta cabecita. De hecho, al final va a resultar que esa entrada pendiente me va a servir de algo, y voy a rescatar algún fragmento que otro; venga.
Comenzaré hablando de sus rostros, las expresiones de unos presos que yo imaginaba desconsoladas.
Los internos hacen de sus cadenas algo ligero y menos frío, o eso aparentan. Las tragedias les golpean como a cualquier otro ser humano, a veces con mayor fuerza, porque no han nacido en el lado “correcto del mundo”. Es tan duro pensar que ellos pudieron ser yo… que podría haberme visto rodeada de mafias, sido extorsionada, engañada o maltratada, despojada de toda identidad o libertad incluso antes de estar en prisión…
No soy capaz de ver las faltas de esa gente que está frente a mí con total reverencia y cariño, creo que no quiero saber qué les ha llevado hasta ahí, no quiero hacer juicios de valor, hoy solo quiero ser alguien que no les dé la espalda. Tienen dignidad, son seres humanos, todos nos fallamos a veces y debemos llegar a la paz algún día.
Supongo que habré presenciado el comienzo de unos días nuevos sacados de una rutina aplastante. En efecto, hemos visto la cara más amable de la cárcel. Sin embargo, tampoco ha estado mal, desconocía que existiera esa faceta.
Antes de que nadie se lance a decir que ahí hay asesinos, violadores, maltratadores, terroristas… Lo sé. Pero también hay personas sin educación, pobres, gente que no ha tenido más que violencia en su vida, gente que no ha tenido otra opción. Somos bastante cínicos, somos bastante hipócritas cuando decimos que quien está en la cárcel se lo ha buscado. Tú no te has buscado el nacer en una familia que ha podido cuidarte y hacerte feliz dentro de sus posibilidades. Igual que muchos de ellos no se han buscado esa situación, que incluso parece mejor que vivir en la calle.
Si algo aprendí ese mes es que hay un problema de fondo, con mil millones de frentes y de palabras diferentes para describirlo. Tal vez el problema está en los grandes y poderosos, y me aventuro a decir que también en los que podemos hacer algo. Estamos todos de brazos cruzados.
Lindo leerte Anita, gracias por compartirlo. Hoy me he acordado del de la camiseta de Amnesia, su sueño es ir algún día, ojalá lo cumpla. Abrazo grande
Me alegro de que te haya hecho ilusión leerlo, Bea. Ojalá. ¡Otro abrazo para ti!
Ay, Ana, siento que debería haberlo leído mucho antes. Me ha traído muchos recuerdos y me ha encogido el corazón. Ojalá pudiéramos hacer más, ojalá pudiéramos seguir acompañándolos, ojalá la gente lo entendiera.
Fue precioso compartir esta experiencia contigo. Y fue precioso ver cómo todos crecimos en humanidad.
Te prometo que tengo la piel de gallina ahora mismo.
Gracias por transmitir como tú lo haces.
Llegarás muy lejos. Llegarás a mucha gente. Lo sé, estoy segura.
(Y ahora es cuando recuerdas aquella noche y nuestra charla, y cómo nunca te he dicho palabras tan sinceras)
No podré olvidar esa noche, ni esa experiencia, ni todo lo que aprendimos. Ni que prometimos hacer un vídeo haciendo conciencia 😉
Ojalá, como bien dices, pudiéramos hacer más… pero ya lo estamos haciendo. Simplemente con una sonrisa cuando nos nombran la cárcel, en vez de cara de asco o terror; solo con eso, ya lo estamos haciendo.